Impulso de la meditación sobre Lc 24,13- 27

El encuentro con el Señor Resucitado en el camino de Emaús

Dos discípulos se dirigen a Emaús.
Vienen de Jerusalén, el lugar
donde está enterrada toda su esperanza.
La muerte les ha quitado todo
todo lo que significaba la vida para ellos.
Todos los acontecimientos de los últimos días
son incomprensibles y oscuros para ellos.
Consternación y horror por lo ocurrido,
duda e incredulidad ante lo que han escuchado
mueven sus corazones.

Son ciegos a las señales
que se les da:
La tumba vacía, las sábanas,
el mensaje de los ángeles y las mujeres que dijeron:
VIVE. -
Perplejos y tristes
partieron hacia su casa,
porque - no lo han visto a Él mismo.

"Mientras hablaban y pensaban.
Jesús mismo se acerca y va con ellos".

Se acerca a ellos, les habla,
comparte su dolor,
escucha su esperanza rota.
Y luego comienza
A explicarles  las escrituras.
Les expone todo lo que se refiere a él.
Porque por sí mismos, los discípulos  no entienden   
el significado divino de este sufrimiento.
Así que él mismo les abre los ojos
para la comprensión …
de lo que se predijo de él en las escrituras
y los prepara para su nueva realidad.
Despierta en ellos la pasión por la causa de Dios,
concentrando sus mentes y corazones
al amor apasionado de Dios por su pueblo,
que al final da a su propio hijo
para que todos se salven.
Jesús mismo vence en ellos la duda y la incredulidad.
Y sus corazones comienzan a arder.

Aunque todavía no lo reconozcan
sienten que él que camina con ellos,
les comunica una nueva alegría y confianza.

"Así llegan a la aldea a la que se dirigían. Jesús fingió seguir adelante. Pero le obligan a quedarse con ellos".

Jesús no va con ellos a su casa como algo natural,
sino espera su invitación.
Le ruegan  con insistencia
instándole a quedarse.
Sólo cuando se da cuenta de que no es
sólo por pura cortesía y hospitalidad,
sino por él mismo,

entra con ellos
para darles su presencia y comunidad alimentaria permanente

En el signo de la fracción del pan
lo reconocen, al Resucitado
y experimentan la certeza
que está realmente vivo.
Aunque en su reconocimiento
inmediatamente desaparece de nuevo
sus corazones están llenos de gran alegría, gratitud
y paz.

A esa misma hora se ponen en marcha
y vuelven a Jerusalén
a los que los habían abandonado,
que, como ellos, estaban desesperados y tristes.
Se convierten en heraldos de la Buena Nueva:
Él vive, - está con nosotros, - permanece con nosotros.

 

Hna. Astrid

Si te hace bien, ven.

 

(Francisco de Asis)